Secuelas cardiovasculares de la COVID-19

Cada vez hay más pruebas que sugieren que, más allá de la fase aguda de la infección por SARS-CoV-2, algunas personas que han presentado COVID-19 podrían experimentar diversas secuelas a corto, mediano o largo plazo, incluidas las alteraciones cardiovasculares[1].

Muchos pacientes se quejan de palpitaciones, dolor en el pecho, dificultad respiratoria, mareos, alteraciones neurocognitivas, hipertensión o fatiga extrema aún tres meses después de haber sido dados de alta por este padecimiento. Incluso algunos de los que tuvieron síntomas leves padecen síntomas debilitantes y cambiantes que los especialistas atribuyen al efecto inflamatorio provocado por el virus[1].

Para hablar de todas estas secuelas, se acuñó el término “COVID persistente” (Long COVID), originalmente utilizado para referirse al hecho de que las molestias causadas por la enfermedad no se detienen con la resolución de la infección aguda. Si bien no existe una definición universalmente aceptada, pues en estricto sentido las personas dadas de alta no tienen una infección activa, en diciembre de 2020 el National Institute for Health and Care Excellence del Reino Unido describió al Long COVID como la persistencia de síntomas más allá de 4 semanas posteriores a la infección por SARS-CoV-2 [1].

Si nos enfocamos en las alteraciones cardiovasculares que pueden presentarse luego de haber cursado COVID-19, podemos destacar las arritmias, la inflamación miocárdica, los problemas de coagulación y la enfermedad cardiometabólica de nuevo diagnóstico, entre algunas otras condiciones que pueden darse en pacientes con padecimientos preexistentes como la hipertensión arterial y otras patologías metabólicas como la obesidad y la diabetes, pero también en personas aparentemente sanas antes de la infección[1,2].

De lo anterior la importancia de una vigilancia cardiovascular estrecha en los pacientes, como labor preventiva o de seguimiento, para establecer las mejores estrategias para aquellos que requieren tratamiento de un padecimiento crónico, así como para coadyuvar en la atención de la COVID-19 y las secuelas que pudieran presentarse a causa de esta[1,2].

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